El comercio forma parte del sector terciario de la producción económica de un país -el de los servicios-, pero entendido hoy con unas características propias, nuevas en su dinámica, y que se incluyen dentro de la denominación específica de «servicios distribuidos». Unos servicios que agrupan de manera general al mayorista y al detallista.
Desde el punto de vista de la actividad empresarial, la velocidad que la era tecnológica ha impuesto a la evolución de la producción y el consumo ha supuesto una modificación radical, por una parte, de los centros de interés de las empresas -mucho más orientadas al mercado- y, por otra, de los modos de gestión empresarial, incluidos los del mercado.
Desde el punto de vista de los consumidores se ha pasado de una situación de mercados escasamente abastecidos, a la consolidación del consumo masivo.
Obviamente las consecuencias de tal proceso son numerosas y afectan a la práctica totalidad de los aspectos económicos y sociales de la vida de un país. En primer lugar, y referido especialmente a la economía española, destaca el gran incremento de la renta habido a partir de los años sesenta. A medida que se ha incrementado la renta de los individuos, éstos han diversificado enormemente el objeto al que dedican su gasto, correspondiendo así a la diversificación operada en el mundo de la producción.